Discurso de Julián de Ajuriaguerra (P. I)
Revista: Anuario de Psicología, 1983;
N° 28 Págs.:7-18 (Dialnet)
Continúa en Parte II
Revista: Anuario de Psicología, 1983;
N° 28 Págs.:7-18 (Dialnet)
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La NEUROPSICOLOGÍA DEL DESARROLLO es una disciplina joven, que forma parte de las ciencias “básicas” y que posee aplicaciones en la clínica y en la educación.
Al estudiar al hombre desde sus inicios, no solo desde el punto de vista filogenético, sino también en su propia ontogénesis, se plantea como una necesidad si se quieren superar las contradicciones existentes entre los planos biológico y psicológico o entre el psicológico y el sociológico.
Es preciso esforzarse para tener en cuenta, simultáneamente, lo que la naturaleza ofrece al niño y lo que éste y su entorno organizan en las etapas sucesivas de su evolución madurativa y relacional, las cuales tienen lugar en un tiempo y en un medio dados.
Los estudios en neuropsicología del desarrollo presentan finalidades diversas, que van desde el plano de la semiología neurológica al de las interacciones afectivas y sociales. No se trata simplemente de establecer fases o estadios evolutivos y escalas del desarrollo, sino de describir con precisión los comportamientos que son la expresión de funcionamientos, así como de analizar la dinámica de las transformaciones que son el fruto de la maduración del organismo y de las condiciones que el ambiente ofrece a su desarrollo. Es básicamente en función de esta orientación, que he abordado, junto con mi equipo del College de France, uno de los campos de investigación de la Neuropsicología del Desarrollo: la evolución psicomotriz del lactante desde los movimientos espontáneos hasta los inicios de la comunicación gestual.
El estudio de los movimientos espontáneos en el feto y en el lactante presenta interés tanto desde el punto de vista funcional como desde el punto de vista teórico.
En una primera aproximación definimos los movimientos espontáneos como movimientos autónomos, no controlables, incoercibles, sin finalidad ni significación aparente y que se presentan en ausencia de estímulos externos. En esta definición hacemos referencia a las diferencias entre movimientos espontáneos y movimientos voluntarios. No obstante, cuando estudiamos la motricidad desde una perspectiva comparativa e histórica, resulta necesario efectuar correcciones.
En efecto, existen movimientos involuntarios que se hallan dirigidos hacia un fin, como ocurre por ejemplo en el pattern innato mano-boca. Lo mismo ocurre en determinadas actividades expresivas que, sin ser voluntarias ni intencionales en un principio, entran dentro de la trayectoria de una actividad que tomará un sentido en un momento dado; por ejemplo, la evolución de la sonrisa.
Por otra parte, se admite que los movimientos espontáneos provienen del sujeto, de su organismo en tanto tal, independientemente de toda estimulación discernible externa o interna, aceptándose, sin embargo, que determinados estímulos pueden inducirlos o modificarlos, ya en el sentido de un incremento o de una inhibición.
Si bien los movimientos del feto y del prematuro han estado bien estudiados, sin embargo los movimientos espontáneos del periodo post-natal presentan aun muchos problemas.
Para el estudio de tales movimientos, deben básicamente tenerse en cuenta los “estados” y las posturas (postura ventral o decúbito prono y postura dorsal o decúbito supino principalmente).
La noción de estado comportamental se ha convertida en los últimos quince años en esencial en todo estudio sobre el recién nacido o el lactante. En efecto, las variaciones del nivel de vigilancia existentes de un momento a otro comportan importantes variaciones en la actividad y la reactividad.
Los diferentes sistemas propuestos para catalogar los estados comportamentales en el recién nacido a término, difieren entre sí en algunos aspectos técnicos puntuales (P. H. Wolff, 1966; Prechlt et Beintema, 1964; Anders et al., 1971; Parmelee, 1974). En la actualidad, un sistema de clasificación limitado a 5 estados es el más comúnmente aceptado por su valor heurístico.
Con todo, los autores que utilizan dicho tipo de clasificación se ven obligados a efectuar ciertas puntualizaciones. Así, por ejemplo, en el estado 2 (sueño “irregular”, con débil motilidad general) se han valorado toda una serie de pequeños movimientos efectuados con la boca, básicamente de rumiación y succión, así como sonrisas, muecas, fruncimiento de cejas y de la frente, que son los precursores de ulteriores actividades expresivas.
Pasado el período neonatal, dicha clasificación debe ser ampliada. Así, P. H. Wolff (1966) ha definido un estado de (actividad de alerta) -que se diferencia del de actividad de vigilia- que se presenta a partir de las 6 semanas de edad, y que se caracteriza por el hecho de que los niños se muestran no solo activos, sino además especialmente atentos al ambiente. Touwen, por su parte, construye una nueva escala de estados para el primer año de edad, en la que se toman en cuenta las reacciones afectivas al ambiente social (niño cooperador, sensible o agitado).
Por último, en el estudio evolutivo de los movimientos espontáneos o reactivos del lactante, debe establecerse una diferenciación entre la noción de agitación difusa con irritabilidad y el estado de actividad.
Los términos de irritación e irritabilidad no deben poseer forzosamente una connotación patológica. De hecho, la irritabilidad, fondo sobre el que aparecen los gritos-llantos, es un fenómeno normal que se presenta en diversos grados entre los niños.
El “complexe d'animation” descrito por A. Zaporozhets y M. Lissina (1974), que aparece frecuentemente a partir de los 3 meses, se desencadena ante la presentación de un estímulo. Después de un tiempo de inmovilización con los miembros flexionados, el niño sonríe, se agita, vocaliza con una motilidad discreta, media o fuerte. Dicho estado de animación es ligeramente distinto según el tipo de estímulo: sonrisas, caricias, palabras, o estímulos complejos. La animación es considerada como una actividad a través de la cual el niño busca recibir información, o como una actividad resultante de la información deseada y recibida. Dado que el estado de animación da pie a las relaciones del niño con el adulto o con otros niños, puede convertirse en un ejercicio de expresión afectiva que resulte gratificante para el niño.
Partiendo de dichas clasificaciones, los trabajos más precisos se han consagrado al estudio de los movimientos espontáneos en el recién nacido a término; así, por ejemplo, los trabajos llevados a cabo por P. H. Wolff en los que se estudian ciertas formas bien delimitadas, especialmente durante el sueño: sobresaltos, sonrisas, erecciones, respiración jadeante, contracciones mioclónicas a nivel facial. En Francia, los electroencefalografistas (C. Dreyfus-Brissac, N. M. Motlod, L. Cursi) se han mostrado especialmente interesados en el estudio de los movimientos faciales y de ciertos movimientos de los miembros.
Deseando profundizar en el estudio de la motilidad espontánea, observándola en diferentes partes del cuerpo y a lo largo del desarrollo, hemos efectuado filmaciones de niños hasta la edad de un año (F. Cukier y A. Danis; M. Auzias e I. Casati), en las que los recién nacidos y lactantes se observaban desnudos con el fin de poder estudiar mejor sus movimientos en entera libertad, teniendo en cuenta diversas posiciones (ventral o dorsal) y diversos estados. Dada la gran diversificación de la actividad espontánea, hemos considerado tanto los movimientos masivos (motilidad “generalizada” o “difusa”) como las conductas espontáneas específicas.
En una investigación en curso, llevada a cabo en los dos primeros meses de vida, A. Danis distingue dentro de los movimientos masivos: los movimientos aislados y los movimientos de conjunto, diferenciando en éstos a los movimientos sucesivos (ya sean debidos a una difusión tónica o constituidos por una serie de movimientos aislados) de los movimientos simultáneos en los que diferencia a patterns circunscritos y repetitivos.
Todo ello viene a apoyar lo señalado por P. Wolff (1966): “El hecho de que el organismo posea la capacidad de crear patrones de conducta bien delimitados, refleja una organización dinámica existente ya desde el nacimiento, la cual debiera de ser tenida en cuenta por toda teoría del comportamiento”.
En una primera aproximación, no se ve clara la finalidad de estos movimientos llamados espontáneos. Su denominación de “anárquicos” en los primeros meses ¿no se debería al hecho de que no han sido aun bien identificadas y clasificadas sus diferentes formas de manifestación? ¿Hasta qué punto contribuyen al desarrollo motor ulterior? ¿Desaparecen pura y simplemente con la maduración o constituyen una reserva de unidades motrices que se diferencian y coordinan hasta llegar a constituir patrones motores netamente identificables?
En tal caso, serían los precursores de patrones ulteriores mas elaborados.
Teniendo en cuenta los problemas expuestos, hemos abordado el estudio de los movimientos espontáneos autoinducidos y automantenidos, en tanto en cuanto se manifiestan de formas diferenciadas a lo largo de la evolución y en la adquisición o consecución de determinadas actividades; por ejemplo: la adquisición del equilibrio y la repetición de actividades rítmicas complejas.
En el curso de la evolución de tales actividades hasta los 8 meses, hemos prestado una especial atención a los periodos de transición entre los movimientos llamados espontáneos y los movimientos intencionales.
Por otra parte, en el estudio de los fenómenos motores deben contemplarse también las reacciones emocionales que pueden suscitar en el lactante. Así pues, tomaremos en cuenta también sus manifestaciones afectivas de sobresalto, de miedo, de grito-llanto, así como las placenteras derivadas de la actividad, considerada ésta tanto en su vertiente ejecutiva como creativa. En este sentido, los movimientos espontáneos constituyen ya actividades expresivas capaces de inducir ciertas actitudes del entorno: en ciertos momentos el lactante precisa que se le calme su tempestad de movimientos, mientras que en otros, que se le permita el placer de moverse a su entera libertad.
El problema de la adquisición del equilibrio en el lactante durante el primer semestre (antes de la adquisición de la postura sentada), es bastante complejo, formando parte del cuadro de las primeras formas de organización de la postura y de la cinética.
Estudiando con Mme. M. Auzias (1982) la ontogénesis del equilibrio en posición dorsal durante el primer semestre, hemos observado la existencia de cinco periodos que van desde la “estabilidad frágil con búsqueda de puntos de apoyo” (15 días a 1 mes) al que podríamos denominar “equilibrio de lujo” (6 a 7 meses) en el que el bebé ejecuta verdaderas “acrobacias”.
Las reacciones emocionales se insertan en la trama de esta evolución general, manifestándose a través de todo tipo de actitudes, mímicas y vocalizaciones consecuentes a pérdidas del equilibrio, o por el contrario, como expresiones de alegría del lactante al conseguir un mayor control sobre su equilibrio.
Las actividades repetitivas constituyen una parte importante del repertorio motor espontáneo del lactante a lo largo del primer año y tienen un valor organizador y formativo. En este sentido se han descrito comportamientos repetitivos tales como movimientos de frotación de los pies, pedaleo, rotaciones cefálicas, balanceos del cuerpo andando a gatas.
Debemos señalar que, según Guillaume, la actividad neuromuscular posee inicialmente una tendencia a la ritmicidad. Además, según las leyes fisiológicas, sabemos que la excitabilidad de un aparato u órgano se incrementa una vez vencida la inercia inicial de su puesta en marcha, razón por la cual resulta más fácil la repetición que la modificación adaptativa de los órganos.
Las actividades iterativas simples y masivas, observables durante el primer año de vida, han sido objeto de un profundo estudio llevado a cabo por E. Thelen (1979) en la Universidad de Missouri.
Los movimientos de extensión de brazos en cruz, simulando un avión planeando, que hemos estudiado con M. Auzias (1980) son un ejemplo especialmente llamativo de tales actividades. Se presentan en posición ventral, teniendo lugar entre los 4 y los 6 meses. En estos casos, los bebés presentan de forma repetitiva una actividad tónica intensa con extensión e incurvación dorsal del tronco y de la cabeza con elevación de los cuatro miembros, de manera que mantiene el equilibrio apoyándose exclusivamente por el abdomen. Al llevar a cabo esta actividad, algunos niños se muestran gozosos, manifestando su alegría a través de sonrisas, gritos de jubilo y movimientos de sus miembros, ya sea mediante pedaleo de sus miembros inferiores, aleteo de sus miembros superiores o movimientos de prono-supinación de las manos (“marionetas”). Otros niños, por el contrario, no manifiestan ningún júbilo en su ejecución, mostrándose como sorprendidos mientras ejecutan dicha actividad de forma compulsiva. Tales movimientos o actividades aparecen a menudo cuando el bebé intenta abalanzarse hacia un objeto que le atrae, pudiéndose observar entonces, como estos movimientos, que según hemos ya mencionado simulan el planear de un aeroplano, se van convirtiendo gradualmente en movimientos de reptación que se muestran mucho más eficaces para permitirle conseguir el objeto deseado.
Todas las circunstancias emocionales capaces de provocar una difusión tónica son igualmente propicias para la inducción de este movimiento simulando un planeador, al tiempo que el hecho de que el bebé extienda sus brazos puede ser interpretado por el entorno como la manifestación del deseo de ser tomado en brazos.
Estas alteraciones posturales se sitúan en una fase de transición muy compleja que tiene lugar entre los 4 y los 6 meses, en la que el niño aprende a dominar sus propios movimientos, acentuando los rasgos de su “personalidad motriz”, orientada más hacia el placer de la palpación del propio cuerpo, o hacia el de la repetición pósturo-cinética o hacia el de la variabilidad postural.
Gostei de seu blog. É uma contribuição muito boa para os psicomotricistas. Suzana Cabral, Psicomotricista, Brasil