Blog de Psicomotricidad, lenguajes expresivos, sensopercepción, tecnologías de ayuda a la inclusión, accesibilidad y diversidad funcional / discapacidad. Patricia Valenzuela, Psicomotricista.

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De los movimientos espontáneos al diálogo tónico-postural y a las actividades expresivas. (II)

Discurso de Julián de Ajuriaguerra (P. II) Revista: Anuario de Psicología, 1983; N° 28 Págs.:7-18 (Dialnet)
Continuación de Parte 1
Estudiar a un niño manteniéndolo en estado de aislamiento, permite poner en evidencia el monólogo de sus propias actividades. No obstante el niño vive en un ambiente de cosas y de personas, cosas sobre las que puede tener un cierto poder y de las que puede servirse, y personas con las que puede establecer una relación.
Los estudios llevados a cabo hasta la actualidad sobre la evolución de los intercambios madre-hijo apenas han destacado la imbricación de dicha evolución con el desarrollo posturocinetico del lactante. En nuestra opinión, esta imbricación se pone en evidencia de forma especialmente clara en la activación de las reacciones de equilibrio. En efecto, estas reacciones comportan de una y otra parte manifestaciones emocionales que constituyen una base de intercambios, constituyendo un hecho capital el que los dos “partenaires” se hallan en diferentes puntos de su historia personal.
En el plano teórico, los psicólogos ontogenetistas, como Piaget y Wallon, valoran la importancia de la postura en el desarrollo psicológico del niño. Pero, si bien J. Piaget señaló el papel del sistema postural y de las actividades en la génesis representativa, esto no parece válido mas que para el aspecto figurativo del pensamiento. Por el contrario, la preocupación constante de Wallon fue mostrar la importancia de la fusión afectiva primitiva en todo el desarrollo posterior del sujeto, fusión que se expresa a través de los fenómenos tónico-emocionales y posturales en un dialogo que es el preludio del dialogo verbal ulterior, y que hemos llamado “diálogo tónico”.
En efecto, damos gran importancia a las modificaciones tónicas y posturales “recíprocas” de las primeras interrelaciones, considerándolas como primeros modos de apego. En efecto, la hipertonicidad, la hipotonicidad y la “détente” corporal del niño pueden verse como expresiones apelativas (en cualquier caso así son sentidas por la madre), igual que los gritos, lloros, sonrisas, miradas.
Ya en el transcurso del embarazo, el niño puede sentir las fases de tensión y descanso de su madre, conservando su propia actividad. Desde este período, la madre toma conciencia de una presencia actuante que se representa como autónoma.
Después del nacimiento, el espacio llega a ser teóricamente ilimitado, pero de hecho inmediatamente se instauran nuevos límites: los vestidos o los brazos de la madre. El objeto de la investigación que hemos realizado con F. Cukier e I. Lezine (1979) fue describir la adaptación recíproca de la madre y el niño en los días que siguen al nacimiento, con el fin de conocer cómo se establece la mutualidad, lo mas flexiblemente posible, con un gasto de energía mínimo a lo largo de la lactancia a través del seno. El ajuste puede ser recíproco de golpe, u operar a través de ajustes sucesivos. La adaptación aún puede apoyarse en sugestiones simples y desangustiantes, sugestiones bien solicitadas por la madre, bien inducidas por el entorno.
La lactancia no es solo un acto nutritivo, es también un intercambio de posturas.
Fuera de esta situación particular, el niño acepta o solicita estar en brazos, buscando al mismo tiempo la proximidad y un cierto dejar-ir en el descanso.
Resulta así una cierta armonía de las posturas, fruto de una construcción mutua que desemboca en un placer mutuo: la madre siente su cuerpo como donante y el niño vive el cuerpo de su madre que le acoge como un lugar en el que contenido y contenedor están indisociados.
El placer y el objeto de placer no se sienten como la consecuencia de la ayuda del otro; se confunden en la primigenia del apego. El sostén de la cabeza y de los miembros inferiores, el estado de alivio, los balanceos, la melodía de una niñera completan su relajación. En posición vertical, el niño encuentra un apoyo sobre el tórax; encontrará en los huecos del cuello-espalda de la madre el contacto y el alivio del acunamiento. También en otras posiciones, el niño encuentra satisfacciones; así cuando se sienta para jugar en el ángulo de las piernas abiertas del adulto sentado, encuentra contacto y mantenimiento. Hay niños que se resisten al abrazo (“non-cudddler”, de Schaffer) y de los que se dice que no son mimosos; de hecho no soportan ser cogidos, abrazados y contenidos, lo que no excluye otras manifestaciones de ternura, o búsqueda de contactos mas breves y superficiales, no limitando su necesidad de movimiento.
Cuando se estudia la espiral de las transacciones, hay que insistir en las características individuales de los niños (más o menos hipertónicos e hiperactivos, hipotónicos y pasivos) y sobre las reacciones, variables según las madres, que suscitan sus particularidades tónico-motrices.
La noción de “dialogo tónico” que acabamos de ejemplificar, se utiliza muy a menudo de forma arbitraria. Lo que yo denomino dialogo tónico es bastante preciso. Esta noción corresponde al proceso de asimilación, y sobre todo, de acomodación entre el cuerpo de la madre y el cuerpo del niño; el niño sostenido por la madre es palpitante muy precozmente en un intercambio constante con las posturas maternales; por su movilidad, busca su confort en los brazos que le mantienen. Mantener no quiere decir estado fijo de mantenimiento, sino acomodación reciproca. El niño puede cambiar de postura para encontrar una sensación de bienestar, o para encontrar formas de regulación de la proximidad y de la distancia (C. Widmer, 198 l), o aun para expresar cualquier cosa. A veces, sin embargo, estas actitudes pueden corresponder a mecanismos innatos que no traducen una necesidad de comunicar, mientras que el adulto las puede percibir como una señal y responder a través de una acomodación del mantenimiento.
Progresivamente el niño utiliza actitudes o expresiones que se transforman en señales intencionales a partir de las que espera una respuesta del adulto. En el curso de estos intercambios, el que interpela y el interpelado se abren a la comunicación.
En el cuadro del apego madre-niño, hemos insistido en la evolución de un cierto número de necesidades o expresiones cuya existencia es necesaria en la doble perspectiva de la supervivencia y de la abertura de la comunicación: la oralidad como primera relación; los gritos-lloros; el mundo sonoro; la mirada; la sonrisa y la risa; las expresiones motrices. Este conjunto de manifestaciones abre la vía, en el cuadro de las interrelaciones precoces padres-niño, al mecanismo de la mutualidad y a las primicias del dialogo cuyo concepto es entonces extendido en relación al de dialogo tónico.
Los comportamientos expresivos están prestos a funcionar muy temprano.
Corresponden a mecanismos ya constituidos que se manifiestan al comienzo de otra forma no deliberada; sin embargo el receptor les da muy pronto una significación.
Mas tarde, el niño los utiliza como medio de comunicación, comprendiendo la madre la naturaleza más específica de la solicitud.
Las realizaciones funcionales de uno y otro abren el campo de la reciprocidad que tiene el valor de un discurso, a partir de la decodificación de señales: monólogo de dos, diálogo implícito visto bajo el ángulo de la mutualidad. A nuestro entender, ya entre los dos meses y medio y los tres meses, el niño se manifiesta por medio de “dones” y “ofrendas”. Más tarde, utiliza un diálogo explícito en un nivel no-verbal con la mirada y la sonrisa. En esta perspectiva, nuestras investigaciones han tratado sobre todo con la comunicación preverbal, esencialmente bajo la forma de las vocalizaciones y de las manifestaciones gestuales y posturales.
Debemos a la corriente etológica importantes aportaciones sobre las funciones tónico-posturales de comunicación. Los etólogos describieron un cierto número de posturas y complejos expresivos que tienen sentido para el congénere.
Las investigaciones de la etología humana permitieron describir “patterns” que podemos encontrar en el niño y que se ritualizan: comportamientos de amenaza, comportamientos de apaciguamiento, tal como los ha precisado Montagner.
Es cierto que la madre y el niño comparten un código de conductas bastante antes de compartir un código lingüístico. Este código comporta sus reglas, algunas universales, otras idiosincráticas que el niño adquiere por caminos que aun no nos explicamos claramente. En los trabajos de nuestro equipo, acentuamos los componentes posturales y mimo-gestuales en la adquisición de este código.
Sabemos que la mirada del niño constituye para la madre desde el nacimiento y en el periodo neo-natal el desencadenante más poderoso de las conductas de búsqueda de la comunicación; a través de ella se ejerce una atracción recíproca, una imantación. Los trabajos de una de nuestras colaboradoras, M. Robin, mostraron además que la mirada constituye un elemento capital de modulación de las interacciones madre-niño, por ejemplo en cuanto a los cambios de posturas que la madre imprime al recién nacido y al bebé. Por su parte la madre, por medio de su propia postura, y por la cantidad y estilo de los contactos táctiles que inicia sobre el cuerpo de su bebé, expresa la significación que toma para ella el encuentro con el niño. Y el mismo niño ya es vivido como interlocutor, como actuante, cuando la postura materna le aprehende, cara a cara, y lo mantiene en una mirada y un discurso que ya es comunicación.
Hemos estudiado con D. Candilis (1980) las reacciones de evitación-aproximación, placer-displacer, en el marco de un juego emocional provocado por los estímulos cutáneos (cosquilleo en particular).
La madre, que los primeros días, toca ligeramente, acaricia el cuerpo de su hijo y ejerce sobre él pequeñas presiones, pasa poco a poco a contactos mas rítmicos buscados por si mismos de forma repetitiva. Su iniciativa suscita una respuesta que percibe como una solicitud a proseguir. Entre estos contactos diversos piel con piel, puntuales o globales, a distancia de la punta de los dedos, o con mas intrusión sobre el cuerpo del niño, los mas extendidos son los cosquilleos, los besos dados en el cuello o en el vientre, los pellizcos, roces, cuerpo a cuerpo ... A menudo se trata de estimulaciones multimodales en las que la mirada, la voz, la postura, acompañan o anticipan la estimulación cutánea, y son creadoras de una “gestalt” que el niño va reconociendo poco a poco.
Hemos establecido una cronología en la sucesión de las reacciones del niño a los estímulos cutáneos: fase de reacciones de evitación; fase intermedia de regulación de la proximidad y la distancia, de la actividad y la pasividad, y de las reacciones vegetativas; fase de juego socializado, compartido por los dos partenaires, en el transcurso de la cua1 las reacciones permanecen ambiguas: reacciones de evitación-aproximación, de placer-displacer, ambivalencia entre la moderación y el deseo. En efecto, el placer que el niño expresa, en los juegos de cosquillas por ejemplo, y que refuerza el de su compañero, no excluye la ambivalencia: la capacidad del bebé de anticipar el desarrollo de las acciones maternas provoca a menudo una toma de forma tónico-postural defensiva: el niño parece protegerse de los estímulos y a la vez ofrecerse a ellos. Su risa marca el resultado de una “espera” vivida en la sorpresa, y también en el miedo. Existen otras formas de ambivalencia a lo largo de estos juegos cuerpo a cuerpo: por ejemplo, cuando un niño que primero se ha ofrecido comienza a estirar el pelo y a arañar; adelante. En la soledad de su ser y en el mundo de sus relaciones, el otro siempre está presente; nos juzga o nos aprecia, nos protege o nos amenaza, nos interroga o nos propone. Las posturas no tienen únicamente una sintaxis propia, abren la vía a los discursos fantasmagóricos, a contenidos latentes que debemos descifrar. Las expresiones sufridas en la infancia persisten, un fruncir de cejas, o una sonrisa de los padres quedan ahí, tal y como fueron vividas, testigos de un pasado re-elaborado. Esta elaboración se hace “en” el niño, pero el otro influye continuamente su perspectiva. A pesar de las matemáticas, Yo y el Otro somos uno, vestido de piel y palpitante de músculos, superficie y profundidad, cuerpo que pregunta y que responde. Somos nuestro reflejo y nuestro doble, redoble y unidad, Yo y el Otro, fusión y distancia, alter y ego.
Nuestra unidad en tanto que persona se hace progresivamente, y es a través de los intercambios sucesivos que se crearán distanciamientos, autonomías de funcionamiento e independencia. Esta creación resultará no únicamente de la maduración, sino también de las realizaciones de funcionamientos que se abran a solicitudes nuevas y a nuevas investiduras. El hombre, ser social en su misma sustancia, lleva en él una capacidad de relación e intercambio; sobre esta base, jugará en el marco de un grupo de papeles sucesivos. Fruto de su historia personal particular en el marco de su entorno, igual a los otros pero diferente de los otros, ser singular.


3 Responses so far.

  1. Wow que interesante discurso.

  2. Anónimo says:

    El texto está incompleto entre "comienza a estirar el pelo y arañar;" y "adelante" faltan como dos páginas, y así está en todas las subidas en internet. Sería bueno leer, analizar y detectar cuando el discurso no es coherente porque falta una parte. Gracias

  3. Patricia says:

    Hola Anónimo.
    Agradezco tu aporte.
    Este espacio lo creé yo para compartir, siempre que esté permitido, de los que saben, de los que estudian, de los que ensayan teorías y de los interesados.
    He leído el texto y, así com está, me pareció pertinente colocarlo en el blog. Aquí, como en el sitio de psicomotricidad en facebook (https://www.facebook.com/pages/Psicomotricidad/), la idea es socializar. No hay saberes unívocos o acabados. Y menos en psm.
    Si tenés la suerte de conocer que falta algo en este artículo, genial que nos lo cuentes así tomamos conocimiento. Y si tenés la parte faltante, buenísimo también.
    No me creo la abanderada de la psicomotricidad ni soy portavoz de TODOS los que hablan sobre esta disciplina. Pero Ajuriaguerra, y en particular este texto, debía publicarlo por su importancia.
    Gracias nuevamente por tu aporte. Espero tener entre mis manos, para compartir algún día, la parte que decís que falta.
    Un gran abrazo.

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